Aran Dramática presenta la versión escénica del gran éxito literario de Rosa Montero, “La ridícula idea de no volver a verte” en el que la escritora rinde homenaje a la científica Marie Curie y establece un conmovedor paralelismo entre su vida y la trayectoria vital de las dos veces Premio Nobel polaca. La narración mezcla, a través de un lenguaje poético y cercano, el sinsentido de la pérdida de un ser querido y los logros extraordinarios de Marie Curie en un mundo de hombres plagado de prejuicios. “La ridícula idea de no volver a verte” es un emocionante canto a la vida, un viaje a través de la superación del dolor y una experiencia liberadora y entretenida.

La versión escénica de "La ridícula idea de no volver a verte" respeta el espíritu y la letra del material original, buceando en lo más esencial del texto escrito por Rosa Montero, sintetizándolo para el buen desarrollo de su adaptación a la escena, contando con el talento interpretativo de la protagonista, María Luisa Borruel y el habitual buen hacer del director y dramaturgo, Eugenio Amaya. 

            Foto de Félix Méndez




Equipo Técnico-Artístico

Espacio Escénico                                Claudio Martín

Diseño de Iluminación                            Javier Mata

Música                                          Oscar López Plaza

Caracterización                                     Pepa Casado

Diseño de Videoproyecciones                  Alex Pachón

Fotografía                                             Félix Méndez

Sonido                                              Koke Rodríguez

Comunicación                                      Toñi Escobero

Ayudante de dirección y diseño de cartel Jorge Moraga

Producción ejecutiva                        Manuela Vázquez

Dirección y dramaturgia                     Eugenio Amaya


CRÍTICAS

Una travesía por la ausencia

Diego Doncel

La escritura de Rosa Montero siempre posee una alta tensión emocional. Le gusta hacer del texto literario un diálogo de sensibilidades, de imágenes y de ideas. A ella le gusta transformar la realidad en cada artículo, en cada novela para mostrarnos los paisajes de nuestra historia cotidiana, incluso la ciencia ficción de lo que somos. Ninguna obra suya posee el encanto, la fragilidad de «La ridícula idea de no volver a verte». Un testimonio que es un confesión, una travesía por la ausencia que es el territorio de la última utopía: saber vivir cuando el hombre al que quieres ha muerto.

En la versión teatral que estos días podemos ver en el Teatro Fígaro bastan una mesa, un ordenador, un mueble lleno de biografías, un sillón con el hueco de los recuerdos para que el duelo por esa muerte no sea solo un canto al dolor, sino a la vida; a la vida de él, a la vida junto a él y a la vida después de él. El espectador se mantiene todo el tiempo en ese equilibrio de estar asistiendo al relato de una tragedia y viendo cómo se construye la moral necesaria para una supervivencia. El texto sin género de Rosa Montero, donde se mezcla la biografía rota de su historia de amor con la biografía también fracturada de las investigaciones y amores de Marie Curie, las reflexiones y el material fotográfico, ha sido adaptado por Eugenio Amaya conservando buena parte de su esencia. Hay momentos en que, en la puesta en escena, echamos en falta la creación de recursos dramáticos que potencien la enorme experiencia de lo que se cuenta, pero la obra en sí tiene la fuerza que supone este viaje hacia el optimismo, hacia la aceptación, hacia la serenidad. El largo monólogo de la escritora está interpretado por María Luisa Borruel y lo hace desde esa fragilidad del duelo, pero también desde esa confianza en saber dialogar con la muerte, digna y serenamente, siempre con una sonrisa. Es un monólogo con muchas dimensiones interpretativas, aunque a veces se demore en un cierto tono disertativo, pedagógico.

La obra posee la belleza de lo sencillo, pero también una reflexión, a partir del ejemplo de Marie Curie, sobre la posición de la mujer en el mundo actual. Cuando la soberbia iluminación se queda fija en el sillón que él ocupaba a diario, con el resto de la escena a oscuras, uno sabe hasta qué punto la ausencia, el dolor, la ceniza de los recuerdos sirven para construir de nuevo la vida, otro trozo del camino de la vida. Las palabras que nos llegan desde las tablas sabemos que no hablan de un duelo con el pasado, sino de un duelo con el futuro en el que él también estará. Lírica, delicada, intensa, una obra para reconciliarse con las sombras de nuestro corazón.


   @Félix Méndez

El abrazo de Aran Dramática en ‘La ridícula idea de no volver a verte’

Susana R. Sousa


La literatura existe, porque el mundo no basta’ Pessoa


Seguimos la historia de amor de la protagonista a través de la fascinante vida de la científica polaca Maria Salomea Skłodowska, primera persona en ganar dos Nobel en distintas especialidades, más conocida como Marie Curie.
La vida de Marie Curie no fue fácil. Se enfrentó a una sociedad que la relegaba al rincón de las labores domésticas y tuvo que esforzarse el triple que su marido, el también científico Pierre Curie, para conseguir estar a su altura. Además del hecho de que tenía que dividir su tiempo en muchas más parcelas que cualquier hombre (la casa, el marido, las hijas, el trabajo, la ciencia), tuvo que lidiar con otros inconvenientes de la época. En la obra, se mencionan algunos de ellos, como el escándalo que supuso su relación con el científico Paul Langevin, una vez quedó viuda de Pierre Curie.
Sobre el escenario, una mujer madura en lo que parece ser el salón de su casa, o el rincón dedicado a escribir. Su refugio. Al fondo, una pantalla va mostrando los rostros del pasado que nos acompañan durante toda esta aventura emocional. La vida de Marie Curie y la vida de la protagonista de “La ridícula idea de no volver a verte” se entrelazan en un precioso texto que vio la luz en 2013, con la publicación de la novela de Rosa Montero. En la novela, la escritora reflexiona sobre el duelo y la vida.

Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos’


Así comienza la novela y así comienza la función. Una declaración de intenciones en toda regla en la que la que la actriz María Luisa Borruel despliega un talento interpretativo que nos lleva a lugares inimaginables. Lo hace de una manera contenida, sin perder la sonrisa excepto en un momento sublime en el que, sentada en el sillón de su amado, recuerda sus últimas palabras.
¿Es posible la vida después de la muerte? ¿La muerte de un ser querido se convierte en un ensayo de nuestra propia muerte?
Cuando el dolor cae sobre ti, sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra”,dice la protagonista en un momento de la obra. Aquello que nos resulta realmente doloroso, es difícil nombrarlo, al menos hasta pasado un tiempo. El tiempo pasó y Rosa Montero fue capaz de nombrar todo ese dolor en una novela que sigue siendo una de las obras cumbres de su carrera. Sobre el escenario, la versión deEugenio Amaya, así como su dirección, mantiene la carga emocional de la novela. Un viaje hacia la aceptación y la calma en el que nos acompaña una admirable iluminación que no podemos dejar de señalar como una de las maravillas de la obra.


    @Félix Méndez

Teatro: La ridícula idea de no volver a verte teatro. Teatro Fígaro

Fernando Muñoz Jaén

http://www.vistateatral.com/2019/07/teatro-la-ridicula-idea-de-no-volver.html 

Las relaciones personales son universales, la pérdida de un ser querido duele igual a día de hoy que a principios del pasado siglo (o de hace veinte). La relación de compañerismo que se puede llegar a crear entre la pareja debe ir más allá que lo que "impone" la sociedad, llegando a lugares de igualdad que como colectivo nos queda mucho para llegar. Las parejas se componen de infinidad de pequeñas complicidades, elementos que cimientan lo creado y que hace de esa unión algo más sólido que la propia sociedad en la que viven. La pérdida de una de las partes puede hacer tambalear, no solo los sentimientos de la otra parte, sino toda su existencia.

Venimos con el alma encogida, ya que sabemos lo que venimos a ver. Una de las novelas más deliciosas y a la vez más tristes de los últimos tiempos es el punto de partida para crear esta obra. A mitad de camino entre una biografía y un ensayo sobre las relaciones entre las parejas, la novela entrecruza la biografía de la científica Marie Curie y la relación con su marido, y los pensamientos de la escritora en torno a la muerte de su pareja. "A mi me sucedió que tomé mi duelo como una enfermedad de la que había que curarse cuanto antes. En nuestra sociedad la muerte es vista como una anomalía y el duelo, como una patología. Yo no quería sentirme avergonzada por mi dolor. Así que procuré plegarme a lo que creía que la sociedad esperaba de mi tras la muerte de Carlos. En los primeros días la gente te dice: "llora, llora, es muy bueno", y es como si te dijesen "es absceso hay que rajarlo y apretarlo para que salga el pus". Y precisamente en los primeros momentos es cuando menos ganas tenía de llorar, porque estás en shock, extenuada y fuera del mundo" palabras que salen de las entrañas para intentar comprender lo que se siente ante la pérdida de la pareja. Mitad terapia, mitad exabrupto para conseguir recomponer el alma y volver a situarse en un universo al que ahora parece no pertenecer.  

Esta obra es una versión de la novela homónima de la escritora Rosa Montero, autora siempre muy concienciada con la figura de la mujer, tanto en la actualidad como a lo largo de la Historia. Escritora de gran éxito, siempre ha plasmado en sus libros todas sus inquietudes, realzando siempre la figura de la mujer como figura esencial en sus novelas. En este caso el texto gira en torno a la figura de Marie Curie y el suyo propio, mostrando un paralelismo entre la actitud de ambas frente a la pérdida de su pareja. Montero es una periodista, entrevistadora, columnista, pero sobre una de las novelistas con más popularidad y prestigio de nuestro país. Obras tan destacadas como "La hija del caníbal" (por la que obtuvo el Premio Primavera), "La loca de la casa" (premio Grinzane Cavoir), "El corazón del Tártaro", "La carne" o su reciente trilogía de ciencia ficción "Lágrimas en la lluvia", "El peso del corazón" y "Los tiempos del odio". En todas ellas es preponderante la figura de la mujer y el tratamiento tan profundo que le da estos personajes femeninos.


Este precioso proyecto ha sido llevado a cabo por la Compañía Arán Dramática, fundada en 1990 por María Luisa Borruel (actriz protagonista de la obra) y Eugenio Amaya (director de la obra). La obra es fiel a la novela, intentando mantener toda su contundencia, basada en la figura de la mujer. Para esta compañía extremeña la novela es "una oportunidad para explorar la relación entre literatura y teatro". Una novela que tenía esencia teatral, por la lucidez con la que llega a hablar de un tema tan difícil como la pérdida de la persona amada.

Arán Dramática debutaron con "Estrellas en la madrugada" y tras una larga carrera tienen más de veinte montajes a sus espaldas. Candidatos a los premios Max en 2014 por su obra "Anomia" (autoría teatral) y en 2015 por "Coriolano" (mejor actriz de reparto, mejor actor de reparto y versión teatral). Entre su larga trayectoria destacan además títulos como "La Torre", "En familia", "Mujer rota" o "La serva padrona".
Eugenio Amaya ha sido el encargado de la dirección y la dramaturgia, intentando en todo momento mantenerse fiel a la novela original. Un montaje elegante que nos llena de dolor y de esperanza, con momentos demoledores que se entrelazan con preciosas escenas que no enternecen, todo ello con un ritmo pausado, que nos permite no perdernos un solo detalle de un texto tan duro como sincero. Este es el tercer monólogo en que trabajan mano a mano Eugenio Amaya y María Luisa Borruel, tras "Mujer rota" y "Tejas verdes".

La escritora consigue una historia que se mueve "entre el recuerdo personal y la memoria de todos, el análisis de nuestra época y la evocación íntima, habla de la superación del dolor, de las relaciones entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora de la literatura y la sabiduría, de quienes aprenden a vivir con plenitud". Una historia que nos hace viajar de lo general a lo particular, de lo más íntimo a lo más común, de las vivencias propias de la escritora a la vida de Marie Curie como ejemplo de mujer que sufrió una pérdida de manera similar a la de la protagonista. La autora nos muestra sus recuerdos más íntimos, sus dudas y sus temores, a la vez que nos voltea hacia la vida de científica, para ver como muchas de las cosas que le suceden son de carácter universal.

En todo este baile emocional todo gira en torno a la figura de la artista, interpretada de forma fantástica por María Luisa Borruel. Una actriz acostumbrada a enfrentarse a textos contundentes en "primera persona" afronta este tour de force desde la seguridad de quien se ve capacitada, de quien transita terrenos conocidos. Ha sabido transmitir todos los matices que la escritora mostraba en la novela, una angustia por la pérdida que se sopesa con unas ganas por continuar con la vida. Una difícil propuesta que solventa con maestría, acercándonos aún más a los personajes de los que habla, mostrando cada nuevo recuerdo como algo mágico, cada experiencia como algo inolvidable.

La escenografía nos sumerge en el lugar de trabajo de la escritora, un lugar acogedor e íntimo que ha sido diseñado por Claudio Martín, se acompaña por diversas proyecciones de fotografías de la científica que corren a cargo de Álex Pachón. Esta calidez que transmite el espacio escénico se debe en gran parte a la iluminación creada por Xavi Mata. La música que nos acompaña a lo largo del relato de la protagonista ha sido creada por Óscar López Plaza, arropándonos en los momentos más duros de la obra y guiándonos como si fuese la banda sonora de sus vidas. Impactante era la novela por la sinceridad y la forma en la que transmite los sentimientos más profundos y dolorosos de una persona. La obra de teatro se mantiene fiel al texto original y consigue llegar a la esencia del mismo, sin perder ni un ápice de su fuerza y su dureza. Un montaje diferente que nos adentra en lo más profundo de nuestros miedos, pero también reivindica la figura de la mujer y su indefensión ante muchos tópicos de nuestra sociedad. Es increíble como muchas de las cosas que sufrió Curie, pese al apoyo de su marido, siguen ocurriendo en nuestros días. 


Mágica unión en el trágico devenir de Marie Curie y el magisterio de una actriz, María Luisa Borruel 

Horacio Otheguy Riveira


El inclasificable libro de Rosa Montero, La ridícula idea de no volver a verte, transcurre ahora en un escenario que representa el despacho de una escritora que se dirige a los espectadores para confesarse en un tono más de conferencia que de intimidad pura y dura.
Vive un duelo, la muerte de su marido después de 20 años juntos, y lee biografías de Marie Curie: su vida pequeña, intrascendente, minada de dulces recuerdos sin conflicto alguno, se ve así recorrida por la existencia apasionante de una mujer de ciencias polaca, emigrante a Francia, dos veces ganadora del Premio Nobel, también viuda, pero muy menospreciada por una sociedad machista que, contra todo pronóstico, nada pudo hacer para evitar los premios internacionales para un “insólito” genio de sexo femenino.
El carácter autobiográfico del libro de la Montero sorprende por el contraste de la banalidad que cuenta como asunto propio, ligeramente acompañado de poética memoria sentimental, frente a la trascendencia de Curie, sorteando peligros abrumadores. En medio, la caída en desgracia de “Carlos”, un personaje que en la realidad fue el periodista Pablo Lizcano (1951-2009) del que nada interesante se cuenta. Esta dualidad que torna la narración muy poco atractiva, más bien exageradamente irregular, es llevada al teatro por el autor-director Eugenio Amaya de tal manera que las partes forman un todo naturalmente fluido, y los íntimos recuerdos que tiene la viuda de hoy se fortalecen al revivir los de su marido ausente: aquellos episodios felices para él y que ella sólo vivió de lejos.
La capacidad de la imaginación es el lado luminoso de la existencia, la capacidad de narrar también, y en ese vaivén, con la mirada triste de un cuerpo enérgico, propio de Marie Curie, una gran actriz como María Luisa Borruel consolida una creación formidable: la de la cotidianidad desde que entra convertida en el personaje de una escritora, taza en mano, rumbo a su ordenador, junto a las biografías de Marie y a pocos pasos del sillón preferido de un gran amor físicamente desaparecido. Actriz y montaje escénico dan vuelo a un libro que sólo lo tiene a ratos, pero que aquí consolida un espectáculo de singular dinamismo.
María Luisa Borruel recorre muchas veces el amplio escenario del teatro Fígaro de Madrid y en cada caso, transmite una experiencia, un encanto, una teatralidad medida y poética; en silencios densos como en el modo de sentarse, de juntar las rodillas, de sonreír, de volver a sentarse en otra butaca, de leer en voz alta párrafos históricos, bajo una minuciosa iluminación la totalidad del encuentro encuentra sus palpitaciones más preciadas, el engarce de las partes de hoy y de ayer, de lo histórico profundo y la banalidad de una existencia intelectual sin estridencias (tal y como se cuenta en el libro y en la adaptación teatral) adquiere una riqueza dramática memorable.
El personaje crece, se vuelca en nosotros, espectadores, y nos hace cómplices. Deambulamos a su lado, nos acercamos cada vez más, y sentimos su aliento en nuestro oído cuando baja la voz e incluso en algunos susurros le escuchamos la cadencia infinita de una corriente de amor de incalculable alcance: por la literatura, por la lucha de las mujeres, por el esfuerzo humano en general dispuesto a sobreponerse a las dificultades recordando, por ejemplo, instantes de infancia que siempre nos acompañan para saber que no estamos solos, ni siquiera en el mayor desamparo.
La escenografía, la composición musical y el diseño de iluminación acompañan a la gran actriz y colaboran en preciosa armonía para que la complejidad del espectáculo se despliegue con la misma aparente sencillez con que una mujer recorre los extraños caminos de la vida y la muerte, la tragedia y la esperanza.
   @Félix Méndez

Eugenio Amaya alumbra “La ridícula idea de no volver a verte”
Luis de Luis
A comienzos de década Rosa Montero puso a prueba su, ya de por sí, enorme versatilidad como escritora y, más específicamente, narradora con la publicación de “La ridícula idea de no volver a verte”. Un libro, por aquel entonces, hibrido e inclasificable que hoy en día, la crítica ya ha acuñado la etiqueta autoficción para etiquetar libros como el de Montero.
En “La ridícula idea de no volver a verte” Rosa Montero abordaba con sinceridad limpia y natural el duelo tras la muerte de su marido; con una escritura pudorosa y tersa contaba su calvario personal (tan parecido y equivalente al de cualquiera, tan especial y único como el de cualquiera) sin convertirlo en una emocionada elegía o una arrebatada letanía sino narrando tanto las vicisitudes para la creación de una biografía de Madame Curie como el impacto emocional que le supuso la lectura del Diario que escribió la genial científica a la muerte de su marido Pierre.
Eugenio Amaya ha acometido el dificilísimo reto de adentrarse en un texto tan personal y, por naturaleza, irrepresentable para construir una arriesgadísima dramaturgia de la que, además, ha asumido la dirección y, no lo solo eso, sino que, a mayor abundamiento, ha conseguido salir triunfante de la imposible tarea.
Amaya ha dejado un compacto texto teatral que prima (con inteligencia) los momentos del duelo más personales compensándolos con aquellos pasajes de la vida de Madame Curie que reflejaban, a través del tiempo y el espacio y cosiéndolos con las reflexiones de la autora más cotidianas para lograr un equilibrio tan natural como pasmoso. Todo lo anterior sería imposible sin la interpretación tan creativa como entregada de María Luisa Borruel que, con suavidad y delicadez, sabe dar cada inflexión, cada matiz y cada mirada necesarias para habitar texto que exige estar vivo y esperanzado en cada representación, como si fuera la primera vez.
Este teatro es intensamente emocional, intensamente natural, intensamente, por tanto, cercano y reconocible; por eso, quizás, sea tan escaso y resulte tan raro encontrarlo, tan plagado de amor, humor y sinceridad, salvo cuando aparece Perigallo por las tablas que es, como ya quedo dicho más arriba, todo un acontecimiento.


   @Félix Méndez

La ridícula idea de no volver a verte
Rosa Montero no solo es genio; también es humanidad. Quizá ambas palabras no deberían estar contrapuestas. En su libro (porque es difícil llamarlo novela) 'La ridícula idea de no volver a verte' se abre en canal, yendo a lo sencillo y lo grande, que es lo que nos hace estar vivos. Y felices. Eugenio Amaya ha sabido rescatar maravillosamente en esta puesta en escena la esencia de este manifiesto lleno de vitalidad y sinceridad, extrayendo del texto sus partes más significativas y respetando su espíritu.

No era tarea fácil. 'La ridícula idea de no volver a verte' cuenta una historia, o no, según se mire; no podemos refugiarnos en una trama ni en unos personajes, aunque el relato esté poblado de acontecimientos y seres importantes. El texto resiste muy bien el traslado del papel al escenario. Un auténtico logro, dadas las características del original.
Parte de ese mérito se lo debemos a la gran María Luisa Borruel (candidata a los premios Max 2015 como mejor actriz de reparto). Su interpretación transmite humanidad y sencillez en cada palabra, cada gesto, cada silencio. Hay una simplicidad desnuda, buscada y tranquila, que relata la vida tal y como es, la suya y la de Marie Curie, a la que humaniza y engrandece durante el espectáculo. Borruel es la perfecta álter ego de Montero.
Quizá lo más debatible del espectáculo sea, precisamente, todo lo que se refiere a su apuesta espectacular. Estaba claro que con un relato de estas características había que optar por una escenografía que no lo entorpeciera. Aunque ese espacio con tres epicentros no acaba de estorbar, tampoco aporta otra cosa que no sea el sostén del atrezo que utiliza Borruel, y quizá una ruta de desplazamiento escénico cuyo cuarto eje se completa en proscenio, en la intersección de dos luces de calle. No sabemos si la ubicación de las proyecciones ha sido elegida por el director o viene dada por las circunstancias de la sala, pero que no aparezcan centradas y elevadas impide la visibilidad en el flanco derecho cuando la actriz se pone delante de ellas. La música está muy bien elegida, aunque no siempre ayuda a transitar, ya que hay ocasiones en las que parece un falso final.
En conjunto, y aunque el aspecto espectacular no vaya parejo al texto y a la interpretación, es este un trabajo más que interesante y un auténtico revulsivo emocional. Estará hasta finales de julio, si quieren reencontrarse con los motivos para seguir vivos, no se lo pierdan.
    @Félix Méndez

Elogio de la intimidad

Eugenio Amaya adapta para el teatro 'La ridícula idea de no volver a verte', libro de Rosa Montero, con fidelidad a su esencia


Si ya es difícil convertir un texto narrativo en teatro, más aún cuando lo que se pretende adaptar no tiene un género claro. Eso ocurre con La ridícula idea de no volver a verte, un libro híbrido, inclasificable, que Rosa Montero escribió en pleno duelo por la muerte de su pareja. Hay de todo en él: reflexiones, confesiones, fotografías y recuerdos de la propia autora, entremezclados con el relato de la vida de la científica Marie Curie y lecturas del diario que la científica escribió igualmente tras quedarse viuda. También hay mucha intimidad: se lee como si se estuviera escuchando a una amiga del alma que te cuenta sus pensamientos más espontáneos, sin miedo a ser juzgada, una conversación de esas que purgan. Esa intimidad que es la esencia de este libro se respira en la adaptación teatral que ha dirigido Eugenio Amaya, un monólogo bien armado, que puntea el texto original con cierto crescendo, aunque quizá en este aspecto se queda corto: por momentos tiene un tono de conferencia, didáctico, con el que cuesta empatizar. Se entiende que se haya optado por la contención, es lo que pide el libro original, pero ayudaría al público que hubiera más subrayados dramáticos, un progreso emocional más intenso, más juego escénico.

La voluntad de intimidad se advierte también en la interpretación de la actriz María Luisa Borruel. Muy cercana, dominando por completo el escenario, sujeta el monólogo sin estridencias y desde los primeros minutos consigue que el público se relaje y conecte con ella. Fue aplaudida con admiración en el estreno de la obra en Madrid.

    @Félix Méndez

La belleza de las palabras
Fran López Galán
«Todos necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable».
Es una cita de Georges Braque que la escritora Rosa Montero citaba en su libro La ridícula idea de no volver a verte. Al leerla por primera vez pensé: ¿qué es la belleza? Para mí, la literatura, por ejemplo, lo es; también, el teatro. Y si ambas disciplinas artísticas están unidas, la combinación es insuperable. Eso es lo que ocurre sobre las tablas del Teatro Fígaro cada vez que da comienzo La ridícula idea de no volver a verte, que lleva el mismo título que el libro de Rosa Montero. Un paralelismo entre la vida de la Premio Nobel Marie Curie, que perdió a su marido tras un accidente en plena calle, y la vida de la propia Montero junto su marido, al que tuvo que decir adiós tras una enfermedad. Sobre el escenario, el libro se transforma en obra de teatro para narrar la biografía de ambas mujeres desde el dolor y la nostalgia, pero también desde el coraje, la fuerza y la superación.

De eso se encarga, de forma magistral, María Luisa Borruel. La actriz encarna a una Rosa Montero que, desde su intimidad y antes de ponerse a escribir, reflexiona sobre la figura de la gran Curie. Lo hace a través de un monólogo que le sirve para hablar sobre su propia existencia y con el que obliga al público a hacerlo sobre sus propias vidas desde el primer minuto, cuando se encienden las luces tenues de un escenario que destaca por su sencillez. Un escritorio, una mesilla con varias biografías de la científica y un sillón orejero bastan para recrear la belleza de lo sencillo. Sobre el fondo oscuro van apareciendo algunas de las fotografías que también se recogen en el libro con momentos vitales tanto de Curie como de Montero y partes del diario que la Premio Nobel escribió tras la muerte de su marido.

La capacidad de María Luisa Borruel para interpretar un texto tan largo en solitario es insuperable. Es, sin duda, una de los aspectos que más destacaría de esta obra que es una adaptación muy fiel de uno de esos libros que se recuerdan siempre. Algo que ocurre también con esta obra que remueve, que enamora y que celebra la vida a pesar de la muerte.
La ridícula idea de no volver a verte rezuma belleza, la belleza de la literatura, la de las palabras escritas sobre el papel o interpretadas sobre un escenario. Fernando Pessoa aseguraba que «la literatura, como el arte en general, es la demostración de que la vida no basta». Por eso necesitamos la literatura y el teatro y, por supuesto, obras como esta.


                          @Félix Méndez


LA RIDÍCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE DE ROSA MONTERO. ARÁN DRAMÁTICA. TEATRO LÓPEZ DE AYALA


Francisco Collado Berrocal

Dentro de las variantes del texto dramático, el monólogo es el nudo gordiano, tanto para el interprete como para el dramaturgo. Al interprete le exige versatilidad, dominio deltiming, riqueza en la expresión corporal y (sobre todo), esa capacidad de conectar con el respetable y transmitir vivencias que no todo actor posee. Enfrentarse al texto de Rosa Montero conllevaba la dificultad de adaptar un paisaje literario imaginado para la densidad de la novela. Para la dramaturgia, la ventaja se encuentra en un texto construido en modo de reflexión. En modo de memoria (personal y colectiva). Sobre las tablas, esta forma de novela facilita el desarrollo, en especial si el texto está vivo y palpitante como es el caso de esta novela. Eugenio Amaya ha sabido alquimizar; en su particular laboratorio; la mezcla correcta de elementos, de crear en sus alambiques un texto teatral a partir de la novela genésica. Construida en torno a dos realidades paralelas, el diario de Marie Curie y una protagonista (alter ego de la autora), que convergen en situaciones, en problemas humanos y universales, ofreciendo un continuo ejercicio de metateatro.

Con una narración fluida; ejercicio de personal exorcismo; Marie Curie se apodera de la autora ¿o es al contrario? Y ambas posesionan a María Luisa Borruel en un juego de espejos fascinante que nos habla de algo tan universal como el absurdo del dolor y los senderos que transitamos cuando arribamos en ese puerto brumoso. “Representar el dolor te lo quita de encima y lo convierte en otra cosa”(Rafael Chirbes. Crematorio). De este modo. la catarsis de la autora a través de la actriz, llega hasta el espectador en un ejercicio de sublimación. Sobre el escenario, un atrezo casi espartano (Claudio Martín), pero con todo lo necesario para narrar visualmente el mundo de la protagonista, su relación con su amado y; paralelamente; las cuitas de Marie Curie. Para esto también se apoyan en proyecciones de Alex Pachón y un espacio sonoro (Oscar López Plaza) respetuoso con las emociones, en segundo plano, con breves retazos de gran belleza, tempos reposados y acordes atmosféricos. La iluminación (Xavi Mata) juega con la luz cenital sobre la protagonista y hermosos detalles como convertir una papelera en la luz azul verdosa del radio mientras el texto de Curie se refiere a su descubrimiento. Hay una (aparente) sencillez en esta propuesta. Desde la caracterización de lo cotidiano (Pepa Casado), hasta lo rutinario del escritorio, los papeles, el ordenador, que configuran el mundo de la escritora. Pero tras esa pantalla, los colores que nos muestra esta paleta de hermosas palabras son preguntas universales.

María Luisa Borruel juega con la sensibilidad del texto y el dolor soterrado, navega con las inflexiones de su voz por la memoria personal y colectiva, controla el gesto, pasea ampliamente, utilizando todo el espacio escénico. La madurez dramática de la actriz crea un ámbito seductor, donde las vivencias entrecruzadas tornan universales. Pero también hay sitio para la reivindicación, para la justicia de la memoria, para explorar la analogía entre novela y teatro. El texto es todo un desafío, dada la contención que solicita frente a la intensidad de las emociones y su “normalización”. Pero sin perder la percepción de abismo que se abre con las pérdidas humanas. Borruel camina de puntillas sobre el dolor, juega con la continencia de los sentimientos; pese a lo traumático del fondo; dibuja con gestos sutiles la intensidad, en un personaje que es un verdadero derroche de sabiduría escénica. La obra, como un eterno retorno termina igual que comienza. María Luisa Borruel esgrime una sonrisa de aceptación, mucho más efectiva que los desgarros y desvaríos a que podría prestarse el tema (y se agradece que no los haya), recorre suavemente los muebles con las manos. Quizás retornando, quizás aceptando la realidad. Después vuelve a la reflexión inicial donde nos narra que al “no haber tenido hijos, lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido mis muertos”. Pero prefiero quedarme con ese párrafo magnífico y señero: “No hay nada tan hermoso y espléndido como el canto de una niña bajo la higuera”. Hermosa metáfora de la sabiduría que se adquiere tras el dolor y la aceptación. Pero si me permiten discrepar, pienso que hay algo más hermoso: Que existan intérpretes que divulguen y den vida a estos sentimientos. Y que lo hagan con la solvencia y profesionalidad de este nuevo proyecto de Arán Dramática.

                           @Félix Méndez

La ridícula idea de no volver a verte: lo más importante que te va a pasar en la vida es la muerte

Inés Rodríguez


Lo más importante que te va a pasar en la vida es la muerte. Más allá del tiempo, de los problemas, de los órdenes sociales. El dolor de una pérdida es el punto de inflexión capaz de detenerlo todo, para volver a poner en funcionamiento la máquina de nuestra vida: pero ya nunca de la misma forma. Esa es la idea en torno a la cual gira el ideario de esta función, como una dolorosa dosis de vida tratada con lucidez, ternura y resiliencia.
La Ridícula idea de no volver a verte convierte el libro en teatro y el teatro en ensayo autobiográfico. Una obra punzante, hermosa, demasiado real para no resultar tangiblemente dolorosa. La novela homónima de Rosa Montero cobra así vida, en forma de un largo monólogo que aborda temas tan poco banales como la muerte, la intimidad, el feminismo o el duelo. A través de su propia historia -y con la muerte de su marido como hilo conductor-, la autora hilvana en la novela reflexiones personales con la historia de una de las mujeres más destacadas de la historia: Marie Curie. Y yendo mucho más allá de su carrera científica, aprenderemos sobre sus logros, su vehemencia, su personalidad, debilidades y fortalezas.

En un formato sencillo y directo, la actriz María Luisa Borruel se enfrenta así al titánico reto de mantener la atención del público durante más de hora y media de función. Sola en el escenario, en un entorno estático, sin sobresaltos, sin grandes giros, convertido todo en un acogedor salón donde se irán hilando capítulos a modo de lectura dramatizada.
Si bien resulta pausado, la obra consigue mantener el foco de atención a través de capítulos contrapuestos, donde la filosofía, la historia, la autobiografía y las emociones más profundas se van sucediendo sin ningún tipo de compasión. Cálida, concisa, tierna: María Luisa Borruel consigue dar vida a una escritora resiliente con una habilidad para la evocación y la palabra dignas de la misma Rosa Montero.

La obra es una conclusión: la memoria propia es memoria colectiva. La muerte es patrimonio de todos. Y el dolor es capaz de hundirnos en lo más hondo y de crear a la vez las más hermosas palabras y nexos en la raza humana. Como hizo Marie Curie, que supo sobreponerse y dar forma a una labor humanitaria basada en sus descubrimientos que la daría el Nobel de la Paz.
La ridícula idea de no volver a verte es convertir un poco más en vida la literatura. Aprender sobre el tiempo, la muerte, sobre Marie Curie y sobre ti mismo. La Ridícula idea de no volver a verte es llanto y renacimiento, fotos en el cajón, más lecciones que arrepentimientos, y la vida como máximo exponente que nos une a todos en una expresión colectiva.

La recomendamos vehementemente.


   @Félix Méndez


La ridícula idea de no volver a verte: Teatro Figaro
Natty – Desde un rincón de mi habitación


"Si tuviera que definir de qué trata la novela, yo diría que es un libro sobre la vida y la capacidad de aprender a vivir mejor, de alcanzar cierta serenidad y de ser más feliz, en definitiva"

Estas palabras salen de Rosa Montero, autora de esta novela que hace 7 años me encandiló y puso mi foco de atención en Marie Curie, una señora magnífica y a la que la sociedad le debemos mucho.

Creo que en varias ocasiones os he dicho que los mejores regalos que me pueden hacer y que hago es compartir momentos con la gente que quiero. Y hace una semana pude ir a disfrutar en el Teatro Figaro de Madrid uno de esos momentos con mi madre cuando fuimos a ver La ridícula idea de volver a verte, una obra de teatro con nombre homónimo que sale de la novela de Montero.


La novela construye línea a línea una narración que interpela a la memoria personal y colectiva, donde también se habla de la superación del dolor, de las relaciones entre mujeres y hombres o del esplendor del sexo.

Una narración rotunda y delicada que ahora, por primera vez, llega a las tablas de la mano de la actriz Mª Luisa Borruel, que se muestra cómplice de la sensibilidad que emana la obra y que, a buen seguro, sabrá escenificar la puesta en escena.


Así se propone crear una atmósfera que envuelva el público y lo haga partícipe de la historia.


La música y esto os lo digo por experiencia propia, no sólo sirve de acompañamiento a las distintas imágenes, sino que sumerge a los espectadores y espectadoras en una experiencia sonora que conmueve y estremece.
Ese aire de melancolía y lucha por seguir viviendo me engancho desde la primera escena que sale esa actriz que da vida a Rosa Montero y llena de verdad, esperanza, dolor y amor todo el atrezzo elegantemente elegido para la ocasión. E impregna la sala se esa buena sintonía y amor que ella desprende.

Una escenografía:

- Sencilla pero que desborda cultura y respeto
- Con diferentes campos de acción que te trasladan a Marie Curie y Montero indistintamente
- Con proyección de fotos que llenan de emotividad y justicia


Una frase que me hizo reflexionar fue: "como no he tenido hijos, las personas más importantes de mi vida son mis muertos". Y que razón, porque también mis muertos son imprescindibles para mi, porque mi vida y mis recuerdos no serían lo mismo sin ellos.

¿Os la recomendaría? Por supuesto, porque es simplemente una delicia.

Así que ya sabéis los martes en el Teatro Figaro a las 20:30 horas tenéis una cita con Rosa Montero, Marie Curie y Mª Luisa Borruel os esperan...



Reportajes




Marie Curie y Rosa Montero, cara a cara en un escenario para reflexionar sobre la pérdida y la igualdad


El grupo teatral Aran Dramática estrena un monólogo basado en el libro de la escritora madrileña La ridícula idea de no volver a verte. Interpretado por la actriz María Luisa Borruel, el texto aborda la pérdida de seres queridos y la lucha por los derechos de las mujeres" Es una obra sobre los duelos, pero también sobre la generosidad y el amor a la vida", señalan Borruel y el director Eugenio Amaya
Miguel Ángel Villena
La científica Marie Curie (Varsovia, 1867-Passy, 1934) y la escritora Rosa Montero (Madrid, 1951) tienen dos grandes características en común: el sentimiento de pérdida por la muerte de sus parejas y la lucha por los derechos de las mujeres. A partir de estos paralelismos está construido el libro La ridícula idea de no volver a verte, publicado en 2013, y donde Montero reflexiona con una mezcla de géneros literarios sobre la muerte de un ser querido, sobre el vacío que deja, sobre una ausencia ya para siempre. Todo ello con el trasfondo de la biografía de Curie, dos veces galardonada con el Nobel, desde que fallece su marido, Pierre, en un accidente.
"Es un libro valiente, generoso y de amor por la vida, a pesar de que se construya con la perspectiva de una ausencia", explica la actriz María Luisa Borruel que el próximo 4 de junio estrena en el teatro Fígaro, de Madrid, la versión teatral del libro con la dirección de Eugenio Amaya.
Planteada como el monólogo de una escritora que ha quedado viuda, con un cuarto de trabajo como espacio escénico, Amaya comenta que se abrían infinitas posibilidades de adaptación del libro y que optó por rescatar lo esencial en una representación que dura algo menos de hora y media.
"A Rosa Montero", afirma, "le encantó la versión y, de hecho, vino a un preestreno que hicimos en Alburquerque. En realidad, solamente me dio dos indicaciones que se referían a cambiar el nombre del que fue su pareja y a la sustitución de una foto de la infancia del fallecido que se proyecta durante la representación".
Desde entonces, en los últimos meses, han ensayado una y otra vez esta obra que obliga a un auténtico tour de force como suele ocurrir en los monólogos. María Luisa Borruel sonríe cuando se le pregunta si va pronunciando por la calle pasajes de la obra o si sueña por las noches con madame Curie. "Bueno", aclara, "la verdad es que el montaje me ha obligado a una inmersión en la figura tanto de la escritora real como de Marie Curie. Para ello me sirvieron mucho las biografías y otro tipo de libros que Rosa me facilitó para estudiar la vida y la obra de la científica franco-polaca, una de las grandes pioneras en la lucha de las mujeres por la igualdad".
En todo caso, la actriz extremeña tenía claro que los objetivos del monólogo pasaban por no imitar a la escritora, por no convertir el montaje en una conferencia y por destacar las conexiones entre la autora de La ridícula idea de no volver a verte con Marie Curie.
Periodista de larga trayectoria en el diario El País, novelista de éxito y con numerosos premios en su currículo, entre ellos el Nacional de las Letras en 2017, traducida a una veintena de idiomas, Rosa Montero ha rescatado en las últimas décadas a muchas sobresalientes mujeres difuminadas por la Historia. Una de ellas, sin duda, Marie Curie, ganadora del Nobel de Física en 1903 junto a su marido y del de Química en 1911 en solitario y la gran investigadora sobre la radiactividad. Como en tantas otras ocasiones y a pesar de su talento, Curie tuvo que afrontar los desprecios y escarnios de una sociedad machista que no le perdonó ni sus triunfos en Francia ni su independencia como mujer.
Eugenio Amaya destaca que la adaptación teatral ha mantenido en general la estructura del libro y la dramaturgia se ha limitado a resaltar lo fundamental de esos paralelismos entre dos mujeres que se plantean cómo abordar la pérdida de sus parejas.
"Quizá el riesgo a la hora de llevar el texto a escena", señala el director, "pasaba por sobrecargarlo de emoción. Pero creo que María Luisa logra una emoción contenida que no se presta a una visión sensiblera del tema".
Desde la mirada, pues, de dos mujeres, Borruel cree que la obra enlaza mejor con el público femenino y agrega que ha intentado transmitir todo aquello que le afectó a Marie Curie con la fórmula de hablar al público casi en un susurro. "Hemos querido también", dice, "huir del panfleto, del mensaje plano, y observar los detalles".
Expectante por la reacción del público que podrá asistir a las representaciones de La ridícula idea de no volver a verte todos los martes de junio y todos los lunes de julio en el teatro Fígaro, Amaya y Borruel confían en que esta versión resulte sugerente tanto para los espectadores que ya leyeron el libro como para los que se acercan por primera vez a esta trama de vidas cruzadas con el duelo, la muerte y el amor por la vida como trasfondo.

Las amargas lágrimas de Marie Curie

La compañía Arán Dramática lleva a las tablas «La ridícula idea de no volver a verte», basada en la novela más personal de Rosa Montero que relaciona con una experiencia similar vivida por la científica.


Raúl Losánez


Llevaban ya mucho tiempo, el dramaturgo y director Eugenio Amaya y la actriz María Luisa Borruel –miembros fundadores de la compañía extremeña Arán Dramática–, con ganas embarcarse en un proyecto de pequeño formato sobre el que pudieran trabajar de una manera más recogida, sin tener que contar con un gran elenco, y también más sosegada, sin el apremio de una fecha determinada de estreno. Después de haber desechado cuantos monólogos habían caído en sus manos, se toparon casi por casualidad con la novela de Rosa Montero «La ridícula idea de no volver a verte». Borruel había escuchado en la radio una entrevista con la escritora en la que hablaban del libro y enseguida intuyó que la novela podía tener un potencial escénico aún no explorado. «En cuanto lo leímos nos dimos cuenta de sus posibilidades –asegura Amaya–. La obra no solo está escrita de una manera muy cercana y poética, sino que tiene, además, una estructura muy teatral. Rosa Montero utiliza una voz narrativa que habla directamente al lector; así que nosotros podíamos hacer, del mismo modo, que la actriz hablase directamente al espectador». De carácter manifiestamente autobiográfico, «La estúpida idea de no volver a verte» disecciona el alma de una mujer, la propia escritora, que ha perdido a su pareja y que analiza, por medio de la evocación y el recuerdo, su existencia junto a él. Montero, que publicó la obra en 2013, encontró en la lectura del diario de Marie Curie, que también perdió a su marido tras 10 años de matrimonio, el asidero perfecto para armar desde ahí su historia.

Una reflexión sobre la ciencia
Tendiendo un puente entre el presente y el pasado, la autora de «La hija del caníbal», establece aquí un paralelismo entre su propio mundo emocional y el de la científica francesa –fallecida en 1934 como consecuencia de la radioactividad de sus experimentos– para reflexionar no solo sobre la pérdida y el duelo, sino también sobre el papel de la ciencia y el conocimiento, las relaciones de pareja, la creación artística y literaria, el sexo, etcétera. Aseguran en la compañía que todo ese universo se mantiene intacto en esta versión para las tablas cuya escenografía, diseñada por Claudio Martín, representa el lugar de creación de la escritora. «Desde el primer momento nuestra relación con Rosa Montero fue muy fácil y muy fluida, porque nuestro espíritu siempre fue el de respetar lo esencial del libro –explica Amaya–. Es verdad que se puede discrepar en qué es lo esencial y qué no; pero mi labor como dramaturgo ha consistido exclusivamente en comprimir y sintetizar. Todo lo que se dice en la obra está escrito por Montero y sigue la misma estructura del libro; solo hay un párrafo que he cambiado de sitio. Es un trabajo de condensación muy meticuloso, pero no es una adaptación».
Otro pequeño cambio, aunque de nula relevancia dramática, es el del nombre del fallecido. El Pablo de la novela –referencia al periodista Pablo Lizcano, pareja de Montero– se transforma en la función en un Carlos más despersonalizado y genérico. Lo importante para los miembros de Arán Dramática es intentar ir más allá de las personas concretas y llegar al espectador con la verdad de las emociones. «Hay muchos desafíos en el espectáculo –reconoce su director–. Y uno, desde luego, es llegar al público, tanto en el plano puramente afectivo como en ese otro plano más narrativo en el que se cuentan las vicisitudes y peripecias que atravesó Marie Curie para consolidarse como científica en una época complicada y dominada por los hombres. Es cierto que todo esto podría hacerse árido a priori sobre un escenario; pero empezamos a encontrar conexiones entre la biografía de Curie, la del personaje de la escritora y también... la de la propia actriz. Y trabajamos mucho en esa dirección, para que el material no se convirtiese en una especie de conferencia descriptiva, sino en algo teatralmente potente. Para conseguirlo, era necesario contar con una actriz como Borruel. Ayuda mucho también la música de Óscar López Plaza. Es un tipo de obra que tiene que ir fluida para que nadie aparte la atención. Y parece, por las reacciones de esos “jueces insobornables” que son los espectadores, que lo hemos conseguido».
Un canto a la vida
Como no podía ser de otra manera, los sentimientos dominan todas los recuerdos y observaciones de la protagonista tanto en la novela como en la función; pero eso no quiere decir, según Amaya, que la obra sea melodramática: «No cae nunca en el drama lacrimógeno –asegura el director–. No hay una ostentación de las emociones; lo que hay es una emoción contenida, una visión respetuosa del sentimiento de pérdida y de la muerte. Como dice Montero, la obra es también un canto a la vida». Además, en las remembranzas de la protagonista se cuelan, no pocas veces, algunas meditaciones bastante críticas con esa realidad añorada. Escribe Montero en su libro sobre lo que ella llama «el verdadero sexo débil»: «A menudo mimamos a los hombres como si fueran niños y mantenemos un cuidado exquisito para no herir su orgullo. Nos parecen inmaduros, precarios, infinitamente necesitados de atención, admiración y aplauso». Es solo un fragmento de un pasaje más amplio que se mantiene intacto en la función. «De hecho, la escritora tuvo mucho interés en que esta velada crítica a la vanidad masculina no se eliminase en la versión», asegura Amaya entre risas.

Rosa Montero, del escritorio al escenario del teatro Fígaro

La versión teatral de 'La ridícula idea de no volver a verte' llega al teatro Fígaro de Madrid en una producción de la compañía Arán Dramática
KARINA SAINZ BORGO
En el año 2013, cuando la escritora Rosa Montero publicó 'La ridícula idea de no volver a verte' (Seix Barral), se habían cumplido cuatro de la muerte de su marido. La pérdida desembocó en un libro de recuerdos, memoria y biografía, la suya y la de la Premio Nobel Marie Curie, cuyos diarios leyó y trabajó para escribir lo que entonces quiso llamar una reflexión sobre la vida. Ahora, ese libro sube al escenario en la voz de una única actriz, María Luisa Borruel.
La versión teatral de 'La ridícula idea de no volver a verte' llega al teatro Fígaro de Madrid en una producción de la compañía Arán Dramática dirigida por Eugenio Amaya, autor también de la adaptación cinemaypgráfica. La obra estará en cartel en Madrid todos los martes de junio y los lunes de julio. Tras el preestreno, que tuvo lugar en la casa de cultura Luis Landero en Alburquerque, la obra ha tenido dos funciones previas en el teatro Fígaro de Madrid antes de su estreno, el 7 y el 21 de mayo. El pasado 24 de mayo se estrenó en Badajoz, en el teatro López de Ayala de Badajoz.
La perplejidad de la pérdida
La ridícula idea de no volver a verte sirve a la novelista para narrar las coincidencias y la perplejidad que causó en la científica la pérdida de su esposo. Escrito con una prosa personal, llena de hanshtangs como#Palabra o #hacerLoQueSeDebe, Rosa Montero quiso conquistar la serenidad a través de la palabra escrita, que en el escenario cobra especial peso con el monólogo de un único personaje, la escritora. Rosa Montero quien esta obra hace de la escritura como un hogar más confortable y seguro, propone en este libro una serie de conflictos entre la propia libertad y el #hacerLoQueSeDebe y para ello se mira en el espejo de una mujer que, para llegar donde lo hizo, se dejó los huesos. “Hacer lo que se debe es una jaula obsesiva y compulsiva que termina siendo destructiva. Estoy intentando librarme de eso”.

Rosa Montero, más allá del dolor

La ridícula idea de no volver a verte, en el Teatro Fígaro, es un monólogo que presenta a un personaje más dramático que el del libro
Nunca ha ocultado sus ya lejanas incursiones en el teatro independiente a través de grupos como Tábano. También acude ocasionalmente a escenarios como los del Español o La Casa del Lector para presentar sus novelas en montajes que ella misma escribe y dirige. Rosa Montero y el teatro siempre han estado muy cerca. Tanto como la versión que el director Eugenio Amaya (Santiago de Chile, 1951) y Aran Dramática estrenan el 4 de junio en el Teatro Fígaro de La ridícula idea de no volver a verte, un título en el que Montero, guiada por los diarios de Marie Curie, vierte la dolorosa experiencia de perder a un ser querido (en este caso su pareja, el periodista Pablo Lizcano).
«Es el libro más hermoso que ha escrito Rosa Montero», afirmaba contundente Pilar Castro en la crítica publicada en estas páginas. El montaje que veremos sobre el escenario de la calle Doctor Cortezo lo protagoniza la actriz María Luisa Borruel. Es un monólogo que, según explica la escritora madrileña a El Cultural, presenta a un personaje más dramático que el del libro, que tiene más sentido del humor: «Sólo he visto un primerísimo ensayo general. No sé si el personaje quedará finalmente así. En todo caso, me quedé impactada. Es una gran actriz”.
La otra columna vertebral que sostiene el montaje es Amaya, con quien Montero reconoce haber colaborado en los borradores de la obra con algún pequeñísimo comentario. «El mérito es suyo y creo que ha hecho un trabajo absolutamente formidable», señala la autora de Los tiempos del odio (Seix Barral) y El arte de la entrevista (Debate), sus entregas narrativas más recientes. «Nunca pensé en La ridícula idea de no volver a verte como un monólogo. Ni se me ocurrió, pero debe ser un buen material porque están en marcha otras dos versiones en Latinoamérica, una de ellas en Argentina promovida por Gisela Halier». Comprobado el impacto que recibió el texto literario, Montero no cree que su mensaje llegue más directamente en un escenario – «no hay nada más íntimo y más directo que el vínculo entre un libro y un lector»– pero el teatro aporta otras cosas: «Es más adrenalítico, más vertiginoso y físico. Es el hecho, algo que sucede ahí, en ese momento, contigo y también con los demás».

Rosa Montero y Marie Curie, dos mujeres unidas por el duelo y el teatro
NANI F. CORES
Arán Dramática lleva a los escenarios la adaptación de la novela 'La ridícula idea de no volver a verte'. Un monólogo protagonizado por María Luisa Borruel y dirigido Eugenio Amaya. Puede verse en el Teatro Fígaro de Madrid hasta el 29 de julio.
Si a mí me dices qué es este libro yo te diría que es un libro sobre la vida. Sobre la manera de vivirla más felizmente, más plenamente, más serenamente y más libremente. Lo que pasa es que tú no puedes aprender ni aspirar a vivir la vida serenamente si no llegas a cierto acuerdo con la muerte, con la idea de tu propia muerte y la muerte de los demás". Así de rotunda se expresaba hace ahora seis años Rosa Montero para referirse a su libro La ridícula idea de no volver a verte. El desgarrador y breve diario de Marie Curie (apenas 28 páginas), que ésta escribió durante el año siguiente a la inesperada muerte de su esposo Pierre (que falleció al ser atropellado por un coche de caballos), sirvió a la autora madrileña como punto de partida para este trabajo literario.
"Cuando leí esas 28 páginas me estallaron en la cabeza y no solo por la relación con el duelo -Montero había perdido también a su marido cuatro años antes- sino porque me di cuenta que el personaje de Marie podía servirme para hacer rebotar una serie de ideas y reflexiones que estaban dando vueltas en mi cabeza como peces en una pecera". De esta manera nació un libro necesario que aborda el tema del duelo pero que, a la vez, es una celebración de la vida que nos queda por delante a los que proseguimos el camino. El Premio de la Crítica de Madrid 2014 cobra vida ahora más allá de sus páginas transformado en montaje teatral por obra y gracia de la compañía Arán Dramática. Bajo la dirección de Eugenio Amaya, autor también de la adaptación, y protagonizado por María Luisa Borruel; el montaje se representará durante los meses de junio y julio en el madrileño Teatro Fígaro (los martes 18 y 25 de junio y los lunes 1, 8, 15, 22 y 29 de julio).
En un viaje que oscila entre el pasado y el presente, Borruel renace sobre el escenario convertida en el personaje de La Escritora quien, a su vez, recorre momentos de la existencia de la científica francesa, su sufrimiento y marginación como mujer. "Marie Curie en su época no fue abanderada de ningún movimiento feminista pero con su actitud, su firmeza y su afán de superación es un ejemplo porque peleó muchísimo tanto en su vida profesional como personal, ya tras la muerte de su marido se enamoró de otro físico (Paul Langevin) que además estaba casado. Rosa quería contar esta parte de la historia porque solo conocemos a la científica de renombre pero tuvo que pasar por mucho para llegar a eso", cuenta a 20Minutos la actriz. Borruel supo de forma instantánea que tenían que llevar a escena esta historia: "Un día, escuchando la radio, entrevistaban a Rosa que hablaba de este libro. Me enganchó desde el primer momento lo que decían de él y fui a comprarlo enseguida. Cuando lo acabé tuve claro que ese era nuestro próximo proyecto". Y con el beneplácito y asesoramiento de Montero se pusieron manos a la obra. "La primera vez que Rosa vio la obra le impresionó mucho, en el escenario reconoció sus propios objetos personales, su mesa, su sillón... Solo nos pidió, por pudor, que cambiásemos el nombre de su marido".
Para la actriz, que asume en este montaje todo el peso del texto, la obra quiere romper una lanza sobre un tema todavía tabú para nuestra sociedad: "Por la muerte pasamos de puntillas, no, ni siquiera pasamos. No pensamos en ella, muy de vez de cuando recordamos que somos mortales. Pero nos lo quitamos de encima enseguida...". Pero ante todo, es una reivindicación "del aprender a convivir con nuestro duelo, de la aceptación de que la muerte también es parte de nuestra vida y de que las personas que se han ido no hay por qué olvidarlas, van contigo el resto de tu vida".



Rosa Montero: Nunca se me ocurrió que "La ridícula idea" pudiera ser teatro

Concha Barrigós – Agencia EFE
Cuando Rosa Montero escribió "La ridícula idea de no volver a verte" jamás pensó que pudiera ser una obra de teatro pero la adaptación es "tan buena" que ya han comprado los derechos teatros de Chile y Argentina: "el monólogo que han hecho tiene una fluidez sedosa que le va muy bien al relato", dice. La compañía Arán Dramática estrenará el monólogo el próximo día 4 de junio en el Teatro Fígaro, interpretado por María Luis Borruel y dirigido por Eugenio Amaya, autor también de la dramaturgia.
"Escribes las cosas que son como son, sin pensar en nada más, por eso nunca se me ocurrió que pudiera ser una obra de teatro pero Eugenio ha hecho un monólogo estupendo", explica Montero en una entrevista con Efe. Todas las frases que se dicen en el monólogo están contenidas en su novela, pero Amaya "ha hecho una cosa increíble que ha sido resumir y adecuar el relato, dándole una fluidez muy sedosa, muy bien articulada, casi mágica", detalla la escritora madrileña (1951). La novela empezó a escribirla hace ocho años y la publicó hace cinco y su génesis fue muy casual: "yo estaba con otra novela y no era capaz de pasar del tercer capítulo. Mi editora me mandó, para que escribiera el prólogo, el pequeñísimo diario de Marie Curie -24 páginas- y se me abrió la cabeza".
"Hacía dos años que se había muerto Pablo -Lizcano, su marido- y comprendí al ver ese diario de duelo tremendamente apasionado y enloquecido de dolor que podía proyectar en ella y hacer un diálogo sobre cómo aprender a vivir con serenidad el momento", relata.
Para aprender a vivir con serenidad, dice, "tienes que llegar a un acuerdo sobre la muerte de los seres queridos y de la propia. Yo lo estoy intentando desde que tengo uso de razón", confiesa. Se define como una autora existencial: "Los novelistas somos personas con obsesión sobre la muerte. Escribo para darle sentido a la muerte, a la pérdida", revela aunque este texto no es, en ningún caso, un libro sobre la muerte y el duelo porque huye de la literatura autobiográfica.
Le encanta la actriz que da vida a la protagonista de su novela porque, argumenta, tiene mucho que ver con ella "por vida, por pinta y por todo". La obra, insiste, es muy diferente de lo que ella escribió y no puede evitar verla como si fuera de otros: "La lectura es de una absoluta intimidad y el drama tiene esa cosa física, eléctrica, que es un suceso, que está pasando ahí".
Eugenio Amaya explica a Efe que la idea de convertir la novela en teatro surgió cuando su compañía, que ya había hecho dos monólogos buscaba un proyecto creativo "más íntimo". "María Luisa es una fan de Montero. La escuchó hablando de esa novela, nos lo dijo, nos interesó y a principios del año pasado se lo propusimos a Rosa. Nos gustó sobre todo el tono de la novela propiamente dicha, en la que ella le habla directamente al lector, un mecanismo que funciona en teatro". Amaya ha seguido la estructura narrativa de la novela, ha contado con la "complicidad" de Montero en la versión y el espacio escénico recoge la esencia de la escritora, es decir, el lugar donde escribe, su ordenador, sus artículos de escritura, una zona de lectura y otra que ocupa el sillón del personaje del marido muerto de la escritora.
Curie guardó durante un tiempo la ropa ensangrentada y con restos de sesos de Pierre, y Montero, tras la muerte de Pablo, se mudó de casa, se deshizo de la ropa de su marido y cambió la tapicería del sillón donde él se sentaba. Nunca ha vuelto a sentarse en él.

EL MINISTRO EN FUNCIONES DE CULTURA, JOSÉ GUIRAO, ASISTE EN MADRID A LA REPRESENTACIÓN DE ‘LA RIDÍCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE’ DE ARÁN DRAMÁTICA


El ministro de Cultura en funciones, José Guirao, así como la consejera de Cultura e Igualdad de la Junta de Extremadura, Leire Iglesias, asistieron anoche en el Teatro Fígaro de Madrid a la representación de la obra ‘La ridícula idea de no volver a verte’ de la compañía extremeña Arán Dramática, basada en la novela homónima de Rosa Montero.
José Guirao saludó y conversó con el director del montaje, Eugenio Amaya, y con la actriz que le da vida, María Luisa Borruel. La obra se estrenó el pasado 4 de junio en Madrid después de su estreno extremeño en el López de Ayala de Badajoz y seguirá aún en cartel todos los lunes del mes de julio.
El montaje de Arán Dramática lleva a escena el libro La ridícula idea de no volver a verte, que Rosa Montero publicó en 2013 y en el que entremezcla la vida de la científica y premio Nobel Marie Curie, con la pérdida del marido de ésta y el de la propia novelista, con lo que construye un sentido libro de recuerdos, memorias y biografía. En él, una mujer, la propia novelista, bucea en su intimidad y utiliza las palabras como una vía de sanación.
En un único escenario, el personaje de la Escritora recorre momentos de la existencia de la científica francesa, de su sufrimiento y marginación como mujer.En un movimiento entre el pasado de Curie y el presente desde el que evoca momentos de plenitud y tristezas vividos con su pareja, la Escritora va construyendo una narración colectiva y personal, de época, sobre las relaciones entre hombres y mujeres, el esplendor del sexo, sobre la ciencia y la ignorancia, sobre la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría, de quienes aprenden a vivir con plenitud y con ligereza.
La ridícula idea de no volver a verte es el último proyecto hasta hoy de la compañía Arán Dramática. Fundada en 1990 por María Luisa Borruel y Eugenio Amaya, debutó ese año con Estrellas en la madrugada, de Alexander Galin. Desde entonces ha realizado más de veinte montajes sustentados en la reflexión crítica sobre la sociedad actual y un tratamiento moderno del teatro clásico, como refleja su presencia en el Festival de Teatro Clásico de Mérida en cuatro ediciones. La compañía ha sido candidata a los Premios Max en 2014 por Anomia,en coproducción con el Centro Dramático Nacional, en las categoría de Mejor autoría teatral (Eugenio Amaya) y Mejor empresa privada de artes escénicas, y en 2015 por Coriolano, en las categorías de Mejor actriz de reparto (María Luisa Borruel), Mejor actor de reparto (Quino Díez) y Mejor versión teatral (Fermín Cabal). Antes de La ridícula idea de no volver a verte, había estrenado La torre(2016) y En familia, ambas de Eugenio Amaya (2015).


Estreno en Madrid de la versión teatral de ‘La ridícula idea de no volver a verte’, de Rosa Montero

La lectura del diario de la científica Marie Curie y la evocación de la muerte de la que fue pareja de la novelista Rosa Montero, desembocaron en un sentido libro de recuerdos, memorias y biografía. En él, una mujer, la propia novelista, bucea en su intimidad y utiliza las palabras como una vía de sanación. La ridícula idea de no volver a verte, publicado en 2013, pasa ahora de las páginas del libro al escenario de un teatro. La compañía extremeña Arán Dramática estrena el 4 de junio en el teatro Fígaro de Madrid una versión para la escena protagonizada por María Luisa Borruel y dirigida por Eugenio Amaya, autor también de la dramaturgia.
Rosa Montero, de larga trayectoria periodística y narrativa, tomó como motivo de su libro la vida de la científica y premio Nobel Marie Curie, quien también perdió a su marido tras diez años de matrimonio. Y establece un paralelismo entre los sentimientos de Curie y su relación con su esposo Pierre y los de la propia novelista a lo largo de la relación que mantuvo con su pareja, que en esta obra aparece bajo el nombre de Carlos.
En un único escenario, el personaje de la Escritora recorre momentos de la existencia de la científica francesa, de su sufrimiento y marginación como mujer, cuando, por ejemplo, su marido Pierre recibió el Nobel de Física en 1903 y se negó a aceptarlo si no incluían a Marie como premiada, lo que así ocurrió. Sin embargo, el galardón lo recogió solo él; aunque en su discurso atribuyó a ella el mérito del reconocimiento de la Academia sueca.
En un movimiento entre el pasado de Curie, muerta en 1934 a causa de la radiactividad fruto de sus experimentos, y el presente desde el que evoca momentos de plenitud y tristezas vividos con su pareja, la Escritora va construyendo una narración colectiva y personal, de época, sobre las relaciones entre hombres y mujeres, el esplendor del sexo, sobre la ciencia y la ignorancia, sobre la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría, de quienes aprenden a vivir con plenitud y con ligereza.
A mí me sucedió que tomé mi duelo como una enfermedad de la que había que curarse cuanto antes –se escucha a la Escritora en escena-- En nuestra sociedad la muerte es vista como una anomalía y el duelo, como una patología. Yo no quería sentirme avergonzada por mi dolor. Así que procuré plegarme a lo que creía que la sociedad esperaba de mí tras la muerte de Carlos. En los primeros días la gente te dice: “Llora, llora, es muy bueno”, y es como si dijeran: “Ese absceso hay que rajarlo y apretarlo para que salga el pus.” Y precisamente en los primeros momentos es cuando menos ganas tenía de llorar, porque estás en shock, extenuada y fuera del mundo”.
El proyecto teatral de Arán Dramática plantea respetar el espíritu y la letra del material original, buceando en lo más esencial del texto escrito por Rosa Montero, sintetizándolo para el buen desarrollo de su adaptación a la escena. Este montaje es, según la compañía extremeña, una oportunidad para explorar la relación entre literatura y teatro.
La ridícula idea de no volver a verte muestra la atención que Rosa Montero presta en su literatura a la relevancia de mujeres a lo largo de la historia. Su trayectoria como novelista ha sido paralela a su labor como periodista, especialmente como entrevistadora en el diario El País desde finales de los años 70. Ya entonces empezó a publicar literatura, con la que obtuvo premios como el Primavera, por La hija del caníbal,o el Grinzane Cavoir, La loca de la casa. Otros títulos de su producción son El corazón del Tártaro, Historia del rey transparente, El peso del corazón, La carneo, el más reciente, Los tiempos del odio.
Tour de force de una actriz
La versión teatral de La ridícula idea de no volver a verte supone un nuevo tour de force para la actriz María Luisa Borruel, que ha demostrado en su trayectoria su ductilidad en papeles interpretados en solitario, como recuerdan los de Tejas verdes, de Fermín Cabal, donde asumía a cinco personajes diferentes, o en el monólogo Mujer rota, de Simone de Beauvoir.
Tras el preestreno en Alburquerque (Badajoz), la obra se estrenará el 4 de junio en el teatro Fígaro de Madrid donde ofrecerá un total de 11 funciones. Dos previas al estreno, el 7 y 21 de mayo, y después del 4 de junio, se representará los días 11, 18 y 25 de junio, y los días 1, 8, 15, 22 y 29 de julio.
El espacio escénico, que representa el lugar de creación de la escritora, ha sido diseñado por Claudio Martín y la iluminación por Xavi Mata. La música ha corrido a cargo del compositor Oscar López Plaza y Álex Pachón de las proyecciones de fotografías que van apareciendo durante el relato de la protagonista.
La ridícula idea de no volver a vertees el último proyecto hasta hoy de la compañía Arán Dramática. Fundada en 1990 por María Luisa Borruel y Eugenio Amaya, debutó ese año con Estrellas en la madrugada, de Alexander Galin. Desde entonces ha realizado más de veinte montajes sustentados en la reflexión crítica sobre la sociedad actual y un tratamiento moderno del teatro clásico, como refleja su presencia en el Festival de Teatro Clásico de Mérida en cuatro ediciones.
La compañía ha sido candidata a los Premios Max en 2014 por Anomia, en coproducción con el Centro Dramático Nacional, en las categoría de Mejor autoría teatral (Eugenio Amaya) y Mejor empresa privada de artes escénicas, y en 2015 por Coriolano, en las categorías de Mejor actriz de reparto (María Luisa Borruel), Mejor actor de reparto (Quino Díez) y Mejor versión teatral (Fermín Cabal). Antes de La ridícula idea de no volver a verte, había estrenado La torre (2016) y En familia, ambas de Eugenio Amaya (2015).
Entre otros montajes del grupo extremeño figuran En casa en el zoo, de Edward Albee (2009); Manual del perfecto trepa, de Miguel Murillo (2006); La serva padrona, de Pergolesi (2004); Los cañones, de Juan José Marín Torvisco (2003); Agripina, de Fermín Cabal (2002), Medea (1998) y Mujer rota, de Simone de Beauvoir (1996).



Contacto: Manuela Vázquez




   Foto de Félix Méndez

El preestreno de "La ridícula idea de no volver a verte", tuvo lugar en la Casa de Cultura Luis Landero de Alburquerque el domingo, 14 de abril, a las 20h. Posteriormente se representó en el Teatro Fígaro de Madrid y el Teatro López de Ayala de Badajoz.

   Foto de Félix Méndez